Leyendas populares

"Leyendas"

Estas leyendas que mencionare, se dicen que sucedieron y se han vuelto muy famosas. Estoy segura que las que les enseñare ya las abran oído en algún lado, espero las disfruten.
No puse muchas historias ya que existen muchas y seria difícil ponerlas todas, pero les dejare con algunas que, para mi; son bastante interesantes. 

"La leyenda de las gemelas"

Una feliz familia vivía en un rumbo muy cercano a una transitada carretera, debido a esto la joven madre las acompañaba diariamente al colegio y caminaban las tres tomadas de la mano, teniendo especial cuidado al toparse con la mencionada carretera, las pequeñas hasta el momento no tenían permiso de cruzar solas.

Uno de tantos días la madre recibió en su celular una llamada urgente del trabajo la cual tuvo que atender, le exigían su presencia de inmediato, por lo cual se vio en la necesidad de dejar que las gemelas continuaran el camino solas.

Con mucho pesar despidió a las niñas, dando indicaciones para no se soltarse de la mano y tener mucho cuidado al cruzar. Las dos pequeñas siguieron las instrucciones de su madre, miraron a ambos lados de la carretera, y al ver que estaba libre cruzaron.

Apenas se giraba la madre para cambiar de rumbo, cuando se escuchó un golpe muy fuerte a sus espaldas, volteó de inmediato para ver con terror que sus hijas estaban debajo de un camión, fueron atropelladas perdiendo la vida en al instante.

Resultado de imagen para leyenda de las gemelasEl pesar duró mucho tiempo, pero transcurridos cuatros años, la madre dio a luz de nuevo gemelas, estas era muy parecidas a sus fallecidas hermanas, lo cual le hacía tener presente aquel fatal accidente. Esta vez tenía una terrible obsesión por su cuidado y no les permitía estar cerca de ningún peligro, en especial aquella temida carretera.

Pero no podía estar detrás de ellas las 24 horas, y un día, se vieron muy cercanas al peligroso lugar, decididas a cruzar vieron hacia los dos lados, no había ningún auto, con un paso en el asfalto, fueron tomadas del hombro bruscamente por su madre, quien lloraba desconsoladamente, diciendo –No crucen- a lo cual recibió una respuesta inesperada de las dos pequeñas: -No pensábamos cruzar, ya nos atropellaron una vez, no volverá a suceder…-


"El Silbón"

La leyenda de El Silbón nació a mediados del siglo XIX en las llanuras de Guanarito, en Venezuela. Después la leyenda migró a los llanos de Cojedes y Barinas y hoy en día inclusive se la encuentra en ciertas zonas de la llanura colombiana.

Muchos son los habitantes de los llanos que dicen haberlo visto, estas apariciones son mas frecuentes en verano, cuando las tierras arden y se presentan intensas sequias. El Silbón se sienta en los troncos de los árboles y recoge polvo en sus manos. Pero cuando se llegan los días de humedad y lluvia cuando, la horrenda figura espectral vaga hambrienta de muerte, castigando a borrachos y mujeriegos, algunas veces hay víctimas inocentes.

Se dice que a los borrachos que encuentra por el llano les succiona el ombligo para beberse el aguardiente que ellos ingirieron, a los mujeriegos los despedaza y les quita los huesos, para meterlos en el saco donde guarda los restos de su padre.

Hay quien cuenta que es como un alargado gigante de unos seis metros, que camina moviéndose entre las copas de los árboles mientras emite su escalofriante silbido y hace crujir, dentro de su viejo y harapiento saco, los pálidos huesos de su infortunado padre; que fue en el pasado una de sus víctimas. Otros dicen que, es como la sombra de un hombre alto, flaco y con sombrero.

Imagen relacionadaDe forma curiosa cuando los silbidos se escuchan es cuando no hay peligro, pero ay de aquellos que lo escuchen en la distancia, porque es cuando mas cerca se encuentra. Unos piensan que escuchar su silbido es un presagio de la propia muerte, de la cual la única salvación es escuchar el ladrido de un perro; también se dice lo ahuyenta el ají (un fruto rojo y muy picante que se emplea como condimento) y el látigo, pues con aquello fue torturado cuando le echaron la maldición del perro Tureco.

En ciertas noches, El Silbón aparecerse cerca de las casas, dejando en el suelo el saco y poniéndose a contar los huesos uno a uno. Si una o más personas lo escuchan, no pasará nada; si nadie lo escucha, al amanecer un miembro de la familia nunca despertará.

"La llorona"

Imagen relacionadaEn el México Colonial vivió una linda mujer indígena, la cual se enamoró perdidamente de un hombre español tosco y bruto, con él tuvo 3 bellos hijos. A pesar de todo el amor que ella sentía por el nunca llegaron a casarse y solamente se limitaba a visitarla en algunas ocasiones; el español llegó a casarse de manera conveniente con una dama española. Al enterarse de su traición la hermosa mujer indígena se trastornó tanto, que llegó a robar la vida a sus inocentes hijos asfixiándolos en el río, en el momento que se da cuenta de tan magna locura, presa del inmenso dolor se roba su vida.

Desde que la mujer indígena se quitó la vida, su alma no descansa y cada noche deambula cerca de los ríos o en calle solitarias en búsqueda de sus 3 hijos muertos sin dejar de llorar por la triste muerte, gimiendo y gritando de forma horrenda, de tal manera que todo el mundo la escuche. Actualmente se le sigue dando atención, incluso en ciertas noches suele escucharse sus lamentos donde repite que robó la vida a sus hijos; algunas personas han llegado a decir que se han sentido atraídos por la hermosa visión de una mujer sola, vestida totalmente de blanco caminando en la mitad de la noche.

"Chupacabras"

Muchos animales eran encontrados sin vida pero lo altamente sorprendente, era que aquellos cadáveres estaban intactos pero tenían dos agujeros en sus cuellos y sin una gota de sangre. Algunos decían que esto se debía a que una terrible bestia bebía su sangre y la obtenía a base de una gran mordida con filosos colmillos.

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Conforme el poblado dio a conocer este suceso, fue expandiéndose la noticia sobre la matanza a estos animales por el "Vampiro". Otro países también comentaron sobre cómo sus animales perecían de la misma forma y rápidamente, empezó a conocerse a este terrible monstruo con el nombre de: el Chupacabras.

Tiempo después, este mismo avistamiento sucedió en México, donde un granjero afirmó que una noche, escuchó ruidos en su granja y temiendo que sean los coyotes, de inmediato tomó su escopeta y fue hacia su granja a ver que sucedía. Su sorpresa fue grande al ver que muchos de sus animales (en especial las cabras) estaban sin vida echados en el suelo.

Impactado, buscó constantemente el responsable de dicho mal, pero no encontró nada hasta que de pronto, al salir de su granja observó en el monte entre los arbustos, unos ojos color rojo brillosos que lo observaban. Sin dudarlo, empezó a disparar hacia aquel misterioso ser, pero no le atinó y huyó.

Al día siguiente, sólo pudo presenciar un rastro de sangre que iba hacia el monto que pertenecía a aquella bestia.

"La Sayona"

Resultado de imagen para sayonaNo hay amenaza más grande para un amor puro que los celos, que enloquecen a todo aquel que se deja llevar por las malas imágenes que estos inspiran en su cabeza. Cuentan que hace mucho tiempo, en la hermosa región de Los Llanos, habitaba una muchacha llamada Melissa, la cual era muy hermosa. Tenía unos ojos negros, enormes y profundos, un cabello oscuro y largo que le llegaba hasta la cintura y la piel morena e inmaculada.

Siendo tan bella Melissa tenía muchos pretendientes, pero solo de uno se enamoró con locura, el más apuesto y de mejor corazón entre todos. Se casaron y tuvieron un bebé precioso.

Todo indicaba que la vida de la pareja sería pura felicidad, pero lo que nadie en el pueblo sabía, es que Melissa era una mujer muy celosa y a menudo le hacía reclamos a su marido sin que él los mereciera. Cada vez que se perdía de vista para trabajar, la asaltaban unos pensamientos terribles. Constantemente vivía con el miedo de que se fuera con otra.

Un día, Melissa fue a bañarse al río. Mientras estaba en el agua era espiada por uno de los hombres del pueblo, un mujeriego y vicioso que siempre la había pretendido.

—¿Qué haces ahí, espiándome? —le espetó ella al descubrirlo— Aunque no me extraña de ti, eres un cerdo.

—Yo no te estaba espiando —le mintió él—, nomás venía a avisarte que acabo de ver a tu marido con tu madre. ¡Te está engañando con ella!

Loca de rabia, Melissa regresó corriendo a su casa, donde encontró a su esposo trabajando. Aun así no le creyó y en un acceso de locura, le prendió fuego a su hogar, matando a su marido y a su bebé adentro. Luego fue a buscar a su madre, quien también era inocente, y la mató dándole tres machetazos en el vientre.

—¡Yo jamás te he traicionado con tu marido! —le dijo ella mientras agonizaba— A causa de los celos has cometido el peor pecado de todos: el de arrebatar la vida. Por eso, ¡yo te maldigo, sayona!

Melissa desapareció tras los asesinatos y nada volvió a saberse de ella.

Desde aquellos tristes eventos, los hombres borrachos y mujeriegos comenzaron a temerle a un espectro que se les aparecía en medio de la noche. Era la Sayona, una hermosa mujer que se acercaba a ellos para pedirles algo de fuego. Pero en cuanto prendían los encendedores, veían que el rostro bello de la desconocida se transformaba en una cara deforme con ojos que despedían brasas como el infierno.

Debes tener mucho cuidado si un día te encuentras con ella, pues la Sayona puede matarte de un susto, ahogarte en una charca cercana o hacer que caigas desde un barranco.

"La Casa de la tía Toña"
La “Tía Toña” era una mujer solitaria y con dinero, sin ninguna familia con quien compartir su fortuna. En medio de esta soledad decidió darles cobijo en su casa a los niños de la calle, proporcionándoles techo, ropa y comida, no se sabe con precisión a cuantos.

La Casa de la Tía ToñaConvirtió su casa en el hogar que todos estos niños tanto necesitaban. Pero tan extraños son los sucesos de la vida, que esta acción humanitaria llena de bondad no le trajo más que desdichas, sin agradecimiento alguno, los jóvenes le hicieron la vida imposible, entre bromas y pleitos un día simplemente perdió la paciencia, y arremetió contra ellos a golpes hasta dejarlos sin vida, para después deshacerse de los cuerpos arrojándolos a un rio cercano.

Aquella acción la atormentaba demasiado, le robaba el sueño, así que en un par de días, se encerró en su habitación de la cual no se le vio salir jamás, ahogada en su pena y tristeza se convirtió en leyenda, debido a que en aquella casa ubicada en la tercera sección del Bosque de Chapultepec, se dice que el fantasma de la mujer aun ronda el inmueble, tomando una actitud hostil hacia cualquiera que se acerque, arrojando cosas desde lo alto, mientras vigila desde la ventana tratando de alejar a los curiosos.Son muchos quienes aseguran ver su silueta en las ventanas de aquella gran casa, asegurando que simplemente al pasar cerca se siente una enorme presión sobre los hombros, acompañada de una fuerte sensación de ser visto fijamente.

En ciertas ocasiones se han podido escuchar muchos gritos en los alrededores, atribuyéndolos a aquellos niños asesinados en ese terrible día en que la “Tía Toña” les arrebató hasta el último aliento a golpes.

"El almohadón de plumas"

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

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Durante tres meses (se habían casado en abril) vivieron una dicha especial.

Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.

-No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada… Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

-¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

-¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.

-Pst… -se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio… poco hay que hacer…

-¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

-¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.

-Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

-Levántelo a la luz -le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.

-¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca.

-Pesa mucho -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Resultado de imagen para almohadon de plumasJordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

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